A la edad de 93 años, dejó de existir el destacado y laureado poeta lebulense Gonzalo Rojas, producto de un accidente cerebrovascular que lo tenía postrado en cama desde febrero pasado.
Rojas, nacido el 17 de diciembre de 1917, en Lebu, hijo de minero, vivió exiliado por años durante la dictadura militar del régimen de Augusto Pinochet; recibió numerosos premios, entre los que se destacan: Premio Nacional de Literatura, Premio de la Sociedad de Escritores de Chile, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Premio José Hernández otorgado por el gobierno argentino, Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo otorgado en México, Premio Miguel de Cervantes otorgado en España. Al cumplir 90 años, la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, le hizo entrega de la Orden al Mérito Docente y Cultural “Gabriela Mistral”.
La obra literaria de Gonzalo Rojas ha sido traducida a diversos idiomas y su nombre aparece en gran parte de las antologías literarias del mundo.
El gobierno chileno decretó dos días de duelo oficial, como una forma de expresar su pesar frente al sensible fallecimiento del destacado poeta.
El C.C.C. Pabellón 83 – Lota lamenta profundamente su muerte y, desde esta comuna minera de Lota, manifiesta a su familia sus más sinceras condolencias e invita a la comunidad a leer y estudiar el legado que nos deja este gran poeta.
Poema Carbón
de Gonzalo Rojas
Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.
Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.
Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.
Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
?Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.